Por: Jaime Narváez

Cuando los habitantes de las comunidades Rolando Rodríguez y El Porvenir asentados en las faldas del Volcán Casita escucharon un estruendo a media día del viernes 30 de octubre de 1998, imaginaron que se trataba de algún árbol que era castigado por un rayo o algún helicóptero que pasaba por la zona. Finalmente, todo lo que pudieron imaginar se quedaría lejos de la realidad. “Eran las 11 de la mañana cuando una tempestad de agua con lodo se nos vino encima”, así lo describió Carlos Castellón, un habitante de la zona a uno de los primeros periodistas en llegar.

Previo al deslave, había llovido durante cuatro días sin cesar y en el cráter del volcán se depositaron tantos metros cúbicos de agua que una de sus laderas terminó colapsando. Al menos 80 kilómetros quedaron bajo el lodo y la piedra que se derrumbó aquel día.

Según Benjamín Chávez, el primer periodista en reportar el hecho, entrevistó a Felicita Zeledón, quien era la alcaldesa de Posoltega en representación del Frente Sandinista – que era oposición para entonces –, Radio Ya hacía eco de sus palabras, en las que clamaba ayuda para los sobrevivientes de la tragedia al presidente Alemán. Chávez contó a la Revista Niú, que el mandatario le llamó loca.

Negligencia a nivel nacional

La revista Envío, en su investigación “Apuntes para una tragedia inesperada”, detalla que una semana después de la tragedia, Nicaragua no tenía respuesta a sus problemas, pues "la tendencia del Presidente fue minimizar el peligro y los efectos de las lluvias" a pesar de que más de la mitad del país estaba afectado, con más de 70 puentes e incontables torres de tendido eléctrico derribadas.

Por otra parte, en la investigación se explica que sectores sociales exigieron al gobierno declarar una emergencia. La respuesta fue negativa. "El tema, como casi todos se politizó", y fue lo que motivó a Arnoldo Alemán a declarar un "Estado de desastre natural parcial" solo en determinadas áreas de algunos departamentos. Tan solo días después, Alemán organizó el Comité Nacional de Emergencia, además de decretar tres días de duelo nacional con la bandera a media asta.

La negligencia se evidenció aún más cuando fue rechazada la ayuda inmediata de Cuba de enviar una brigada especializada en desastres que además llegaría al país con toneladas de medicina. La medicina fue aceptada, pero la Ministra de Salud por orden presidencial declararía que Nicaragua contaba con suficientes profesionales para enfrentar cualquier problema. Finalmente, se permitió la ayuda de brigadas médicas mexicanas, francesas, estadounidenses y otras nacionalidades. 

Posoltega fue uno de los municipios más afectados, y mientras entre el lodo buscaban cuerpos de sus familias, en Estelí, al norte del país, los habitantes eran testigos de cómo las lluvias incesantes sacaban los cuerpos de sus tumbas en los cementerios de la ciudad.

De la Costa Atlántica se supieron noticias el 5 de noviembre, y hasta el 10, se desconocía lo que había pasado con habitantes de más de 70 comunidades del Río Coco que lo perdieron todo con la inesperada crecida del caudal del río. El reverendo Norman Bent, quien representaba a la Iglesia Morava, denunció la falta de información y de acciones de urgencia en la zona y lo catalogó como una expresión de racismo y de abandono.